Todavía ayer decía en público que para escribir necesitaba algo, un estado mental, una inspiración, cierto ánimo, alguna hora macabra de la noche, no lo sé; simplemente algo, que a su vez es mucho por ser la misma fuerza que me arroja a la hoja (de un procesador de textos, claro). He visto a Jorge frente a su hoja (de nuevo de un procesador) pasar un par de horas un día, luego otras dos diferente día, leer y releer; decir que tiene por todas partes (físicas, mentales y emocionales) notitas, apuntes, recuerdos, anécdotas, exageraciones o tumultuosas citas de libros de sus cursos, de su época en el “Centro”, frases de amigos nice… en fin: años, vida, canas. Lo veo con intriga para ver qué sueter lo acompaña y a éste qué historia y a ella qué hecho y qué me dejará de enseñanza éste. Siempre es intrigante. No puedo evitar culparme por ser joven, o tan joven o tan joven y tan viejo, pero joven de todas formas. No puedo evitar sentir pena por los años tristes de mi vida que no logro recordar...