Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2009

Desnudo el creador

Niño sin cuerpo Hombre sin alma Alma sin dueño Propietario del mundo Visitante del mundo Viajero en el tiempo Vienen los años y lo arrastran Lo llevan hacia adentro Desnudo el poeta Desnudo el creador Cese a la mentira Alto a la apariencia Muerte de la intención aparente Fusilado el deseo de no ser

Coraje

Imagen
De pronto me invade cierto coraje cegador nada racional para el nuevo canon que tuve que aprenderte ¿útil psicológicamente? ¿atractivo amorosamente? Bestialmente humano carente de toda sensibilidad paternal, aunque mío por ser tan auténtico, tan no poco voraz y obsesivo, único motivador deprimente que da paso, el muy desgraciado y desgraciado, a mi amplia depresión de amante frustrado. Este coraje es el bueno, dicen algunos convencidos de que sólo de golpes aprenden los sujetos, —¿cuánto más debo dejarme golpear por el destino?— de dónde salen los hombres que nacieron para ello; familiar de aquéllos con los que se crean grandes discursos poéticos, de donde nacen los propósitos que nos hacen cambiar para siempre —eterna metamorfosis para mí. ¿Vale la pena a caso aún? ¿Coraje de qué? ¿Cuál? ¿En verdad es ése que ayuda? ¿No el que ciega y mata y hace que mates; no el que borra el amor y alimenta el odio; ni siquiera ese otro con el que jamás se educa, el que no sirve para vivir? Sé que y...

Vine a la ciudad

Imagen
Vine a la Ciudad a buscarte. Hace mucho tiempo que saliste de casa y, a pesar de tus cartas domingueras y tus promesas de regresar pronto, ya no puedo seguir sin verte. La ciudad me asusta demasiado. No puedo creer que esos escarabajos se muevan con gente en su barriga; les llaman automóviles. Tú siempre lo dijiste, te mueves por estas calles adoquinadas, testigos mudos del paso del tiempo y de los cambios más importantes del país, como si lo hicieras en la diminuta plaza del pueblo, rodeada de árboles verdes y de niños sucios que corren tras su madre. Ahora que lo pienso bien, te mueves mejor aquí. Siempre supe que sería difícil para ti acostumbrarte al seco clima de Jonacapa. El viento gélido, la noche oscura, los suspiros ancianos de los últimos moradores otomíes de la región y el fresco y tenebroso panteón, siempre te asustaron. Decías que pronto saldríamos de aquí; viviríamos en la Ciudad. Yo sólo te miraba hablar con alegría. Lograbas ponerme contento con tantas historias urbana...

Metáfora poética

Imagen
Temía lo peor. Las últimas veces la soledad me había acompañado a tomar decisiones extremistas. Temía lo peor ahora. Él me había dado a escoger y yo lo había hecho una vez más. Qué más podía hacer: las oportunidades son las oportunidades. Después de la elección había recorrido un par de lugares recién creados para aclarar la mente y ver con diferente ánimo el resultado de mi elección. Temía que después de tantos días de ser libre, ahora no quisiera compañía. Pero bueno, no se trataba de “querer”, sino de que ya estaba ahí. Y eso de la elección sólo es un decir, pues ni cuenta me di. Como fuera a mi regreso me enfrentaría con ella cara a cara; me reconocería en sus costados; me hallaría en sus ojos llenos de esperanza. El día llegó y me arreglé lo mejor que pude la piel y lo que me quedaba de dorso. Me adorné los cabellos con líquidos corpóreos. Ahí estaba, de pie, jugando con las manos sus cabellos; con la cara llena del goce que produce la vida recién hallada. Mi saludo fue informa...

El gigante

II. En los pasillos del sueño intermitente aparece el gigante. Me atrapa con su mano de boca oscura, aprieta mi poca vigilia y se desintegra en mi grito de terror. No puedo regresar a mí y lo veo en el techo, pegado a las noches que paso fuera de la casa, de mi cama consoladora. Entonces el gigante amorfo juega conmigo mientras huyo de su ojo. Se posa en mi canción de cuna y convierte todo en un festival de muerte: devora niños, hombreslagartija posados al sol del mediodía, mata a mis siete gatos protectores, pisa mi presente. Justo ahora, cuando escribo al pie de la oscuridad de mi huida, lo sé venir por mí, por la que quedó de mí, la que fui. En estos pasillos de mi sueño ronronero que me cela aparece el gigante. Me atrapa con su silencio de cuchillo, me sube a su hombro y lo acompaño hasta su sitio: me hallo de nuevo ahí: multiplicada del cuerpo, del miedo, paralizada de la lengua que se traga mi grito. No puedo despertar. Él ríe, se queja de mi abandono. Sé que el gigante está pre...

Desear hacerlo

Imagen
Todavía ayer decía en público que para escribir necesitaba algo, un estado mental, una inspiración, cierto ánimo, alguna hora macabra de la noche, no lo sé; simplemente algo, que a su vez es mucho por ser la misma fuerza que me arroja a la hoja (de un procesador de textos, claro). He visto a Jorge frente a su hoja (de nuevo de un procesador) pasar un par de horas un día, luego otras dos diferente día, leer y releer; decir que tiene por todas partes (físicas, mentales y emocionales) notitas, apuntes, recuerdos, anécdotas, exageraciones o tumultuosas citas de libros de sus cursos, de su época en el “Centro”, frases de amigos nice… en fin: años, vida, canas. Lo veo con intriga para ver qué sueter lo acompaña y a éste qué historia y a ella qué hecho y qué me dejará de enseñanza éste. Siempre es intrigante. No puedo evitar culparme por ser joven, o tan joven o tan joven y tan viejo, pero joven de todas formas. No puedo evitar sentir pena por los años tristes de mi vida que no logro recordar...

Have you ever seen the rain?

La había esperado como se espera a la clara mañana que se esconde detrás de la noche. La había acariciado como al dulce sueño de la madrugada que con trabajos se consigue. La sentía siempre, cerquita, muy cerquita del corazón como una espina difuminada mas nunca muerta. La tenía sobre las manos, en la piel, en los ojos y en la boca ya sin dientes ni lengua ni rastro alguno de vida alguna. La comía de mañana. Le escribía. La sabía como se sabe la lengua materna y la perdía como se pierde a media mañana de febrero a escondidas de todos y llenos de temblor por el deseo y la inexperiencia la virginidad. La deseaba como se desea lo que tantas veces se ha perdido. Una vez apareció. Estaba a lo lejos, sobre ciertas calles de cierta reputación no muy alentadora. Parada ahí, pasaba por puta. Y parecía tan bella, tan inocente. Y parecía tan frágil de rompible. Pero sus manos estaban acostumbradas a dar amor, a propiciar placer; pero sus besos eran hojas secas sin fe y sin aliento; saliva de la...

Palabras y construcciones

I. Una vez más cedía a la inquebrantable, ahora lo sabía, sensación de tomar la pluma. Muy en el claro fondo de su ser, en el azul nítido de su esperanza pisoteada, había soñado en ese momento. En medio de las caminatas mañaneras rumbo a la oficina, en el vagón del subterráneo, en la acera manchada de pordioseros y gente vil, había querido detenerse y escribir: tomar, como lo hacen las rapiñas, de lo muerto del mundo la materia de escritura, la esencia del texto. Así había estado largo tiempo, desde aquella mañana en que la acompañó a la estación del tren. La encamine a su distancia eterna, se decía entre copas y entre extraños que admirados lo veían beber sin misericordia de sí mismo. Antes, a la hora del aura, habían platicado por última vez envueltos en el mismo lecho con lo único de valor que conservaban: su temor en el mundo. La charla, amena y llena de besos mezclados con reclamos en silencio, había rondado los terrenos del reproche, del llanto y de la desilusión. Ella se march...

El Calambres y la Alicia

Dicen que ese güey se la anda cogiendo, pero la neta quién sabe. El tiempo que estuvo con él todo fue así como muy... muy rápido. Como que todo pudo pasar. Además llevaban ya un chingo de tiempo como para que no le hiciera nada. Muy pendejo si de verdad no le hizo nadita... aunque yo creo que sí se la chingó. Aunque ya a mí ni me importa eso. Ayer pasamos por afuera de su casa. Ahí estaban. Estaba todo apagado y sólo se vía el reflejo de la tele. Ahí afuerita estaba estacionada la ranfla del moreno ése, un forcito bien cuidado, bien parado, bien armado hasta por dentro, chido, pues. Nos paramos un rato a esperar. Aquél decía que si salían abrazados luego luego se la rebanaba a ella primero y luego a él. Unos decían que al revés: a él y luego, pa terminar de desahogarse, a ella. Aquél estaba ya muy confundido y le daba exactamente lo mismo, pero de que se las rebanaba eso que ni qué. Se sentía traicionado. Hasta donde sé la morrita tenía mucho con el moreno; años parece. Se dejaron un r...

Metamorfosis I

Imagen
Desperté aún con las imágenes de la noche anterior en los ojos, las patas llenas de sudor y escalofrío, la consciencia ausente todavía. Mi espalda se estremecía lentamente sobre mi diminuta columna vertebral cuando me di cuenta de que los primeros rayos del Sol comenzaban a penetrar la habitación. Por un momento todo se me hizo extraño, desconocido. Mi abdomen hinchado me impedía ver hacía la puerta. Quise levantar la cabeza, pero mi escaso cuello me privó de esa posibilidad. La metamorfosis había sucedido mientras dormía.