Oración sobre la nieve, Jorge Suárez


NOTA: El texto que hoy publico es de la autoría de mi gran amigo y maestro Jorge Abenamar Suárez, quien gentilmente me ha autorizado para hacerlo.
Comparto gustoso con ustedes sus letras, y externo mi deseo porque pronto su salud mejore.


Jorge Abenamar Suárez Arana


De entre la sábana blanquísima de la nieve surgen brotes color carne pálida y un trocito de luz, reflejo débil de un rayo de sol. Pero no, la foto en primera plana del periódico no es de nieve: son sudarios de inmaculada blancura, como nieve, y los brotes son 17 caras de niños que no parecen dormir, parecen, y están, muertos. De un lado, un padre pone la mano derecha sobre una de las caritas, con una última caricia que no será respondida, y del otro lado, una espalda de vestiduras grises transida de dolor y una pañoleta en la cabeza, con la mano izquierda acomoda suavemente el último pliegue de la sábana, arropando al niño para un sueño sin despertar. 


Damasco o Iraq, bombas químicas o tanques mortíferos, cualquier lugar de Europa, o Ciudad Juárez, una carrera marathon, bombas caseras o ametrallamientos, venganzas de narcos, o bombardeos con “drones” robotizados que matan con frialdad despiadada, sin culpa, “no veo”, “no oigo” “yo no fui”. La violencia por la violencia, la violencia por el poder, la violencia por la falsa justicia y la falsa democracia, paranoia que se transforma en violencia, falsos heroísmos de defensa de ideologías, religiones, causas… 


Violencia y muerte: “Si no eres como yo”, “si no eres como quiero que seas”, “si te tocó o decidiste ser diferente, no mereces vivir”, “muere”. Y matamos con odio, sin armas, con odio negamos el derecho a vivir, negamos el amor.


Locos del poder, del egoísmo, del fanatismo, convierten la muerte, acto vital, coronador de la vida, en muerte terrible, injusta, estúpida. 


Se avanza en tecnología, se presumen los “ratings” de contactos, visitas, cargas y descargas en la ilusión del virtual encuentro, y se avanza también en intolerancia, en falta de concentración, nos olvidamos de lo cotidiano y cercano, campo de acción para el bien efectivo, nos acercamos y nos abandonamos.


Avanza el conocimiento del Universo y su “grandor” y grandeza, su infinita multiplicidad, y no aprendemos a digerir con humildad y asombro el privilegio de nuestra valiosa pequeñez en nuestra “Tierrita” y nuestro enorme espíritu, a veces tan malogrado.


Pero siempre, hasta ahora al menos, prevalece ese trozo de luz de sol –que se apagará– sobre la irónica blancura de la muerte, y entre sus brotes tristes, la mano que despide con ternura, la mano que arropa, el amor de los unos cuantos atrevidos, que transidos por el dolor de la vida se empeñan en seguir viviendo sobre las cenizas de la muerte y sus sudarios blancos.
Sin falsas “buenas conciencias”, simplemente, recuperemos seriamente el sentido del choteado lema de paz y amor. 

 
Con afecto,
jorgeabenamarsuárezarana 
Agosto 22 de 2013

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