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Mostrando entradas de agosto, 2012

"No sé quién es", Amado Nervo

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                                                                                             En el 142 aniversario del nacimiento de Amado Nervo Amado Nervo (1870- 1919) ¿ Quién es? -No sé: a veces cruza por mi senda, como el hada del ensueño: siempre sola... siempre muda... siempre pálida... ¿Su nombre? No lo conozco. ¿De dónde viene? ¿Do marcha? ¡Lo ignoro! Nos encontramos, me mira un momento y pasa: ¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...! ¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida! Mujer: ha mucho que llevo tu imagen de...

"Instrucciones para el arquitecto"

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N uestro malentendido es de carácter conceptual. Usted ha hecho ese bonito diseño de mi casa y de mi biblioteca partiendo del supuesto —muy extendido, por desgracia— de que en un hogar lo importante son las personas en vez de los objetos. No lo critico por hacer suyo este criterio, indispensable para un hombre de su profesión que no se resigne a prescindir de los clientes. Pero, mi concepción de mi futuro hogar es la opuesta. A saber: en ese pequeño espacio construido que llamaré mi mundo y que gobernarán mis caprichos, la primera prioridad la tendrán mis libros, cuadros y grabados; las personas seremos ciudadanos de segunda. Son esos cuatro millares de volúmenes y el centenar de lienzos y cartulinas estampadas lo que debe constituir la razón primordial del diseño que le he encargado. Usted subordinará la comodidad, la seguridad y la holgura de los humanos a las de aquellos objetos. [...] Mario Vargas Llosa (1936) Confío en que no tome lo que acaba de l...

“El retorno maléfico”, de Ramón López Velarde

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Ramón López Velarde (1888-1921) A D. Ignacio I. Gastélum Mejor será no regresar al pueblo, al edén subvertido que se calla en la mutilación de la metralla. Hasta los fresnos mancos, los dignatarios de cúpula oronda, han de rodar las quejas de la torre acribillada en los vientos de fronda. Y la fusilería grabó en la cal de todas las paredes de la aldea espectral, negros y aciagos mapas, porque en ellos leyese el hijo pródigo al volver a su umbral en un anochecer de maleficio, a la luz de petróleo de una mecha su esperanza deshecha. Cuando la tosca llave enmohecida tuerza la chirriante cerradura, en la añeja clausura del zaguán, los dos púdicos medallones de yeso, entornando los párpados narcóticos, se mirarán y se dirán: «¿Qué es eso?» Y yo entraré con pies advenedizos hasta el patio agorero en que hay un brocal ensimismado, con un cubo de cuero goteando su gota categórica como un estribillo plañidero. Si el sol inexorable, alegre y tónico, hace hervir...

"42", Los demonios y los días, de Rubén Bonifaz Nuño

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Desde la tristeza que se desploma, Rubén Bonifaz Nuño (1923) desde mi dolor que me cansa, desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto, desde mis cobijas de hombre solo, desde este papel, tiendo la mano. Ya no puedo ser solamente el que dice adiós, el que vive de separaciones tan desnudas que ya ni siquiera la esperanza dejan de un regreso; el que en un libro desviste y aprende y enseña la misma pobreza, hoja por hoja. Estoy escribiendo para que todos puedan conocer mi domicilio, por si alguno quiere contestarme. Escribo mi carta para decirles que esto es lo que pasa: estamos enfermos del tiempo, del aire mismo, de la pesadumbre que respiramos, de la soledad que se nos impone. Yo sólo pretendo hablar con alguien, decir y escuchar. No es gran cosa. Con gentes distintas en apariencia camino, trabajo todos los días; y no me saludo con nadie: temo. Entiendo que no debe ser, que acaso hay quien, sin saberlo, me necesita. Yo lo necesito también. Ahora lo d...