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Mostrando entradas de febrero, 2012

"Renuncia ontológica", de Óscar de la Borbolla

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N unca me he sentido orgulloso ni plenamente identificado con la especie animal a la que pertenezco, por lo que ahora, ya harto, renuncio a la posición erecta que sólo ha permitido al hombre destacarse, enseñoreado y victorioso, sobre un montón de cadáveres; renuncio a la facultad racional que sirve para el cálculo y la estrategia de la guerra, y renuncio a la pretendidamente sublime cultura de los hombres: milenios de civilización no nos cambiaron: seguimos siendo los mismos caínes de costumbre, aunque hoy en vez de quijadas usemos misiles. Desde ahora, como no puedo volar andaré a cuatro patas, como no puedo impedir que mi razón siga relacionando hilaré, en protesta, únicamente sueño. Soy el primer ejemplar de una nueva especie ontológica de desertores. Tomado de Filosofía para inconformes . Óscar de la Borbolla es escritor, poeta,  ensayista y profesor de la UNAM.

¡Mi país, oh mi país! (fragmento), de Efraín Huerta

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[...] B uenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz… todo el país amortajado, todo, todo el país envilecido, todo eso, hermanos míos, ¿no vale mil millones de dólares en préstamo? ¡Gracias, Becerro de oro! ¡Gracias, FBI! ¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President! Gracias, honorables banqueros, honestos industriales, generosos monopolistas, dulces especuladores; gracias, laboriosos latifundistas, mil veces gracias, gloriosos vendepatrias, gracias, gente de orden. Demos gracias a todos y rompamos con un coro solemne de gracia y gratitud el silencio espectral que todo lo mancilla. ¡Oh país mexicano, país mío y de nadie! Pobre país de pobres. Pobre país de ricos. ¡Siempre más y más pobres! ¡Siempre menos, es cierto, pero siempre más ricos! Amoroso, anhelado, miserable, opulento, país que no contesta, país de duelo. Un niño que interroga parece un niño muerto. Luego la madre pregunta por su hijo y la respuesta es un mandato de aprehensión. En los periódicos vemos ...

"Amor es amar", de Alí Chumacero

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L legas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía sino un duro sabor de lenta consunción y un saberse dolor desamparado, casi ceniza de tinieblas; llega tu voz a destrozar la noche y asciendes por mi cuerpo como el cálido pulso hacia el latir postrero de quien a solas sabe que un abismo de duelo lo sostiene. Nada había sin ti, ni un sueño transformado en vida, ni la certeza que nos precipita hasta el total saberse consumido; sólo un pavor entre mi noche levantando su voz de precipicio; era una sombra que se destrozaba, incierta en húmedas tinieblas y engañosas palabras destruidas, trocadas en blasfemias que a los ojos ni luz ni sombra daban: era el temor a ser sólo una lágrima. Mas el mundo renace al encontrarte, y la luz es de nuevo ascendiendo hacia el aire la tersa calidez de sus alientos lentamente erigidos; brotan de fuerza y cólera y de un aroma suave como espuma, tal un leve recuerdo que de pronto se hiciera un muro de dureza o manantial de so...